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Historia

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ORÍGENES

Repetidamente se ha dicho que Albelda es población de origen árabe fundada en el siglo IX, por un rey de nombre Muza. Incluso su denominación se hace derivar de "Albaida", que significa "la blanca". Son afirmaciones, consecuencia de la enorme difusión que alcanzaron los textos del denominado "Cronicón Albeldense".


Excavaciones en las Tapias 1979La arqueología ha presentado pruebas de un establecimiento humano anterior. En el lugar llamado "Las Tapias", a un kilómetro al norte de Albelda en dirección a Alberite, Blas de Taracena encontró en 1927 una capilla visigótica del siglo VII con enterramientos en rededor, un edificio con planta de cruz griega, tejas romanas, y una pila bautismal.

Encontró también tumbas con cadáveres de personas que debieron tener una muerte violenta a juzgar por las señales que aparecieron en los cráneos. El año 1979 volvió a realizarse en el mismo lugar otra excavación dirigida por el arqueólogo Urbano Espinosa que sacaron a la luz un sarcófago y capilla visigóticas.

En el lugar denominado «Las Tapias», a pocos kilómetros al norte de Albelda de Iregua, se descubrieron los cimientos de un edificio con posible estructura cruciforme y filiación bizantina, en el que podía observarse una habitación cuadrada o rectangular a la que se adosaban cinco compartimentos, tres de ellos comunicados con el recinto principal y situados dos al norte y uno al oeste, y los restantes completamente incomunicados. Su carácter, aunque no está del todo clarificado, parece ser el de la capilla funeraria del siglo VII, suposición que viene ratificada por el hallazgo, en una de las habitaciones, de algunos esqueletos orientados de oeste a este.
Asimismo, fuera del edificio, en los ángulos noreste y sureste, se hallaron otros enterramientos que, aparte de los esqueletos, todos ellos masculinos y con señales de bárbaras tajaduras, sólo ofrecían clavos de ataúd.
Único resto indumentario es un broche de cinturón de placa, adornada con profusión de relieves geométricos y vegetales y de marcado carácter oriental; la hebilla tiene forma ovalada y la base de la aguja es del tipo escutiforme alargado.
Los restos cerámicos se reducen a dos ollas globulares, una de boca ancha y sin asas y otra con un asa al borde.
En la fachada de la iglesia parroquial de Albelda de Iregua fueron colocados dos capiteles cuyo estilo parece corresponder a la época visigoda.

 

ALBELDA Y EL CAMINO DE SANTIAGO


En estos momentos en que el Camino de Santiago está alcanzando su auge espectacular, siendo considerado el Consejo de Europa como Primer Itinerario Cultural Europeo, Albelda puede presumir con toda justicia de ocupar un lugar privilegiado dentro de la Historia de la peregrinación compostelana aquí está documentado el primer peregrino a Santiago de Compostela de nombre conocido.

El fecundísimo escritorio de Albelda atrajo en el siglo X a un peregrino singular. En el año 950 pasaba el rio Iregua Godescalco el noble obispo de Anicium, en la Aquitania francesa y encargaba al abad Dulquito una copia de la Alabanza de la perpetua virginidad de María que escribiera Ildefonso de Toledo (657-667) del que los monjes albeldenses custodiaban un ejemplar. Cuando el obispo francés regresó para recoger el códice ya el copista Gomesano tenía acabada la copia con un prólogo laudatorio al celo mariano del prelado peregrino. El libro viajó en el equipaje del Obispo francés hasta Le Puy y allí permaneció hasta el siglo XVIII cuando un Ministro, conocedor del gran valor de aquel texto, lo depositó en la Biblioteca Nacional de París, donde todavía se conserva, siendo el manuscrito albeldense más antiguo que se conoce.

La oferta hospitalaria de Albelda abarcaba a ricos y pobres. Muchos romeros no hacían intención de desplazarse para encargar códices y ver la biblioteca, pero hasta 1205, aun cuando ya el monasterio se ha secularizado pasando a depender del obispo y de los canónigos, uno de los oficios que permanece de los antiguos cargos monacales era el de hospedero; y así en dicho año encontramos a "Sancius de Pazuengos, hospitalarius".
En los años posteriores a la expulsión del prelado de Santa María de Nájera, el obispo pasó largas temporadas en la localidad y acabó siendo el señor feudal de la zona, lo que convirtió al antiguo monasterio en Sede episcopal. Su ocaso coincidió con el siglo XVI y su cabildo y título pasó a Santa María de la Redonda de Logroño.

También relacionado con el Camino de Santiago, no podemos olvidar que por aquíconcilio de Toledo, la leyenda sitúa el escenario donde tuvo lugar la mítica batalla de Clavijo, en la que peleaban contra los árabes para abolir el gravoso Tributo de las Cien Doncellas que los cristianos debían entregar anualmente al rey astur Mauregato.
Godescalco y la Batalla de Clavijo son, sin duda, dos buenas razones para que todo viajero por tierras riojanas, con inquietudes culturales, se acerque a visitar Albelda de Iregua. En el origen de su nombre hay diversas opiniones. Para José María Ruiz Galarreta, Albelda deriva del árabe Albaida y éste a su vez del nombre romano "Alba", "la blanca", que puede proceder de la blancura de sus construcciones blanqueadas con cal y yeso, muy abundantes en su término. Para Steiger, Albelda es alteración fonética de "Albaida" llamada así por Muza a mediados del siglo IX y que significa la blanca. Para Asin Palacios, significa "la villa" y para Abalos Bustamante, que la interpreta como Al (e) - Alde, significa "junto al árbol". Parecen más probables las teorías que la identifican con "Alba" o "blanca" pero todavía desconocemos a ciencia cierta los orígenes de su fundación.

Las primeras menciones documentales de Albelda nos las proporcionan el Cronicón Albeldense y de Sebastián de Salamanca y las crónicas árabes. El Cronicón Albeldense dice:
"Albelda fue fundada en el siglo IX por Muza, rey árabe poderosísimo de Zaragoza, quien la bautizó con el nombre de Albaida "Alba o blanca". Era muy fuerte y hermosa, pero su prosperidad fue transitoria ya que el rey de Asturias D. Ordoño I, no aceptaba que una ciudad tan fuerte amenazase sus estados de la antigua y primitiva Castilla y Alava, por lo que bajó de las montañas y atravesando parte de La Rioja, que entonces se llamaba Cantabria, dividiendo su ejército; con una parte sitió a Albaida y con otra acometió con tanta decisión y valor en el monte Laturce a Muza y a su innumerable ejército, que la derrotó completamente degollándole diez mil de sus mejores guerreros, sin incluir la plebe o la multitud advenediza, muriendo en la batalla García, yerno de Muza u quedando éste gravemente herido, debiendo su salvación a un jefe del ejército vencedor que le facilitó la fuga. las diversas crónicas de la época, se desprende que en Albelda debieron de celebrarse varias batallas entre el año 851 al 859. Según la crónica de Ibn Atir los musulmanes vencieron a Ordoño I en Albelda durante un encarnizado combate hacia el año 851, pero la batalla de mayor importancia ,sin duda, es la que tuvo lugar en el 859, arriba mencionada, y confundida tradicionalmente con la legendaria Batalla de Clavijo en la que el apóstol Santiago se apareció sobre un corcel blanco a Ramiro I. La batalla de Albelda del año 859 debió producirse a consecuencia de la alianza entablada entre el monarca navarro y Ordoño I de Asturias, hecho que decidió a Muza a preparar una campaña contra la capital navarra y brindó al rey asturiano la ocasión de lanzarse sobre la fortaleza de Albelda que Muza había construido.

Santiago Matamoros

 

Mientras Muza sitiaba Pamplona, los ejércitos de Ordoño I llegaron a Albelda obligando a Muza a regresar a marchas forzadas a la localidad riojana que ya estaba cercada. Muza colocó sus huestes en el monte de Laturce, en las cercanías de Clavijo, frente al río Iregua. Ordoño dividió su ejército en dos partes, una para proseguir el sitio de Albelda y otra para atacar a Muza. El rápido ataque cristiano sorprendió a los acampados en el monte Laturce que, sin tiempo a reaccionar hubieron de emprender la huida en desorden. Según la Crónica de Alfonso III, los cristianos decapitaron a unos 12.000 moros y luego continuaron el asedio de la fortaleza de Albelda durante seis días, al cabo de los cuales entraron al asalto, matando a sus defensores y arrasando todo lo que encontraron a su paso. La noticia del aplastante triunfo de Ordoño I sobre los moros, no tardó en extenderse por toda la Península.

Govantes refiere que "desde entonces quedó Albaida reducida a pocas casas, considerada como un arrabal de Viguera", hasta que el rey de León, Ordoño II y Sancho Garcés I de Navarra, se decidieron a atacar juntos las posesiones de los Banu-Qasi en La Rioja y conquistaron Nájera y Viguera hacia el 920, lo que supuso la incorporación de toda La Rioja Alta a la zona cristiana.

Ambos monarcas se aplicaron inmediatamente a restaurar y fortificar la vida cristiana en la región a base de la creación de monasterios como pilar de la nueva organización religiosa. Así, el 5 de enero del año 924, el rey Sancho fundó el monasterio benedictino de San Martín de Albelda, que estaría llamado a ser el centro cultural de La Rioja en el siglo X. Es posible que fuera erigido sobre un antiguo cenobio del siglo VI o VII. El monasterio conoció su máximo esplendor en los siglos IX y X, llegó a reunir cerca de doscientos frailes benedictinos que disponían de una rica biblioteca y destacaron por su escuela de caligrafía, al igual que los de San Millán de la Cogolla.
La obra suprema del Monasterio es el "Cronicón Albeldense" , escrito por el Monje Vigila, auxiliado por Sarracino y García, entre los años 938 y 976. Utiliza 421 hojas de pergamino escritas en letra visigótica e ilustradas con numerosas imágenes y ornamentación de tipo bizantina. Esta crónica es, en realidad, una historia universal que trata de enlazar a la monarquía asturiana con los reyes godos y los emperadores romanos.

El Cronicón se conserva en la biblioteca del Monasterio del Escorial en Madrid y del que se realiza una copia facsímil que no alcanzarán los mil ejemplares uno de los cuales conserva en el Ayuntamiento de Albelda de Iregua para su exposición al público a partir del año 2000.

Otra obra reseñable de este monasterio fue la copia del librCeldillas en la Peña Salagonao de San Ildefonso sobre la perpetua virginidad de la Virgen, realizada por un tal monje Gomesano, por encargo del prelado francés Goteldasco, que paró en Albelda cuando se dirigía en peregrinación a Santiago de Compostela a fines del siglo X. La comunidad benedictina debió ir en aumento y muchos monjes se vieron obligados a cavar "pequeñas celdillas a manera de bóvedas en la peña de yeso que allí hay, y abriendo en vez de ventanas pequeños agujeros en la pendiente sobre el río Iregua: colmena parece la peña en la espesura y estrechura de las celdillas" para vivir en la peña, al no tener lugar donde cobijarse.
La vida del monasterio conoció su fin violentamente cuando el 11 de noviembre de 1683 se produjo un gran desprendimiento de la Peña Salagona que acabó con la construcción, a excepción de la Capilla de Santa Catalina o "La Panera", al pie del corte del cerro del castillo.

 

 

El Códice de GODESCALCO o de GOMESANO

Códice de GodescalcoEl códice está formado por dos partes totalmente independientes. La primera (fols. 4-48r) contiene un tratado sobre la Eucaristía de Pascasio Radberto, abad del monasterio de Corbin(+860), que debió unirse a la obra de Gómez en época bastante antigua. En la segunda parte, la que realmente nos interesa, se copia el tratado De Virginitate, iniciado en el fol. 73v y que Gómez dió por terminado en el fol. 159r. El escriba Gómez, cuya escritura con letra visigótica se puede tener como una de las mejores del siglo X, añadió dos hojas (fols. 69v-71r) al tratado de San Ildefonso, a modo de prólogo, cuya importancia radica en que reciben el tratamiento que, habitualmente, tendría el colofón de una obra. Así, estas páginas se convierten en una especie de crónica donde el autor consigna minuciosamente los detalles de su trabajo y el motivo que lleva a Santiago a uno de los primeros peregrinos conocidos:

 

En el fol. 69r que, en principio, debió quedar en blanco como guarda, se añadió una oración con escritura visigótica. El escriba de este folio, cuya pericia distaba mucho de la del escriba Gómez, se identificaba con un canónigo de Le Puy llamado Abraham, que debió ser una persona de confianza de Godescalco, por la exaltación que hace de sus virtudes. Además puntualiza que el prelado nació y fue consagrado obispo el 25 de julio, fiesta del apóstol, lo que justifica su peregrinación a Compostela.
Hasta 1681 el códice de Godescalco se conservó en la biblioteca de Le Puye, de donde pasó a la de Colbert, hasta que llegó a la Biblioteca Real, como atestiguan las armas de Luis XIV. Este manuscrito, por la copia del tratado De Virginitate, fue el que mayor difusión tuvo durante la Edad Media y, por ello, se hicieron numerosas copias de él no sólo en Francia, sino también en España, Alemania e Italia, reproduciéndose en todas ellas su curioso prólogo.

 

MÁS HISTORIA

Albelda figura en el testamento otorgado por la reina Doña Estefanía, viuda de García IV el de Nájera, y junto a Viguera, fue donada por aquella a su hijo Sancho el de Peñalén hacia 1066. Cuando Enrique de Trastamara fue proclamado rey de Castilla en Calahorra (1366) por sus parciales, recompensó al caballero navarro Juan Ramírez de Arellano, señor de los Cameros, con la entrega de Albelda, entre otras localidades riojanas, por los servicios prestados en la guerra que sostuvo contra su hermanastro Pedro I El Cruel (12 de junio de 1369).
En el censo de población de la Corona de Castilla, realizado en el siglo XVI figura en el artículo de Nájera con 200 vecinos, alrededor de 1.100 habitantes y en el censo de la nueva provincia de Logroño de 1840 con "200 vecinos, 910 almas". Perteneció al partido de Logroño que la división provincial de Carlos III, llevada a cabo por Floridablanca en 1775, incluyó en la provincia de Burgos, donde permaneció hasta que por Real Decreto de 30 de noviembre de 1833 fuera creada la provincia de Logroño.

Albelda es cuna de José Duro del Saz, canónigo magistral de Cuenca, donde falleció en 1738. Entre sus hijos ilustres cabe destacar a los ya reseñados, monje Vigila y monje Gomesano, ilustre copista de códices en el siglo X.