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El único resto que perdura de la desaparecida población de Palazuelos es su Iglesia, hoy ermita de Santa Fe, ubicada entre Clavijo y Albelda en el término de Los Morales.

La ermita mide unos 18 m de largo por 6 m de ancho, es de planta rectangular con una sola nave, de ábside semicircular. Tiene además del presbiterio, tres tramos separados por pilastras adosados a los muros y desprovistas de base con una sencilla imposta (hilada de sillares sobre el cual se asienta un arco; faja que corre por la fachada de un edificio) que hace de capitel, de la que arrancan los arcos fajones (fajón= moldura plana que rodea una puerta o ventana) apuntados que sostienen otras ermitas del mismo estilo y época, el presbiterio es algo más estrecho que el resto de la ermita. Interiormente está recorrido por una sencilla imposta desprovista de decoración que da la vuelta también al ábside por la misma altura. En los otros tramos, ni siquiera existe elemento decorativo de la imposta corrida. En el último tramo se levanta una gran espadaña (campanario formado por una pared con huecos para las campanas) con cuatro vanos, que cobijaron en sus tiempos dos campanas pequeñas, como eran las de la época.

El edificio es sencillo (la decoración no puede ser más sobria). Se construyó con material ordinario: cantos rodados, tosca, arenisca y abundante ripio; únicamente en la puerta, espadaña y arista se emplearon sillares de arenisca. Las dos puertas son sencillas y pequeñas. La meridional tiene dos arquivoltas molduradas de medio punto. De la pila bautismal sólo se conserva la parte inferior de la copa.

El titular de esta Iglesia parece que fue Santa Fe, hermana de las Santas Esperanza y Caridad, hijas de Santa Sofía, todas ellas martirizadas en tiempos de Adriano en Roma. La Iglesia celebra su fiesta el día 1 de Agosto,. Sobre el altar de la ermita, hasta unos meses antes del Alzamiento Nacional, hubo tres imágenes de madera que representaban a las tres hermanas mártires, que según se cree fueron sacadas del lugar y quemadas.
No existen datos concretos de su construcción, se cree que fue entre los años 1150 y 1200, tal vez se terminase algunos años antes que el rey Alfonso VII concediese a Palazuelos independencia de Clavijo (año 1189).

La ermita de Santa Fe de Palazuelos siempre ha pertenecido a los de Albelda, por lo menos de palabra. Hasta el año 1970 hubo establecido un pacto verbal entre las dos villas, siendo los Albeldenses sus propietarios con la condición de subir una vez al año a visitarla. En el año 1950 la ermita ya constaba en el Catastro Municipal. En el año 1970 fue inscrita por Antonio Tamayo Landa (Ex secretario del Ayuntamiento de Albelda) en el registro de la Propiedad de Logroño,, pasando a ser patrimonio de Albelda.

La ermita se ha conservado en mal estado, siendo de admirar cómo ha podido resistir tanto el paso de los siglos y la acción de los elementos naturales.

En el año 1986, la ermita fue consolidada y restaurada gracias a la aportación económica del Gobierno de La Rioja y del Ayuntamiento de Albelda.

Los arquitectos encargados del proyecto fueron José Julián Torres y José Miguel León.

Después de cuarenta días de trabajo que transcurrieron durante los caluroso meses de agosto y septiembre, vieron la luz dos preciosas campanas de bronce que pesaban 140 y 65 kgrs.

 

LA POBLACIÓN DE PALAZUELOS

A la vista del castillo de Clavijo y del monte Laturce, junto al llamado campo de la Matanza, existió en el siglo XII una población llamada Palazuelos (Palaciolos, Palacios, …). El origen y formación de dicha se atribuye a los pastores que cuidaban el Monasterio de San Martín de Albelda y a los colonos que cultivaban las tierras que el mismo Monasterio Poseía en aquel lugar.

El pueblo de Palazuelos aparece por primera vez en un documento fechado en el año 1189, durante el reinado de Alfonso VIII y su esposa doña Leonor, que extendieron a favor del monasterio de Albelda una carta de donación de toda la tierra cultivada, que el concejo de Palaciolos, villa del rey tenía en el término de Clavijo.

Hay otros documentos en los cuales se menciona dicha población. El 18 de Febrero de 1205, el Obispo de Calahorra, que era D. Juan, ordenó que el término de Longares de llamarse así y tomase el de Albelda y advierte en el documento que los habitantes de Longares debieran de ayudar a los  collazos de Palaciolos y Boio (Bueyo), en el cumplimiento de las <> que debían al Monasterio de San Martín.

Alfonso X el Sabio, haciendo uso de su poder real, obligó en 1272 al Monasterio de San Martín que le diese la villa de Albelda, su castillo y sus vasallos así como también los derechos que tenía en diversos lugares, entre ellos Palazuelos, a cambio de 400 mrs anuales en la madariezga de Logroño y otros 200mrs en la de Calahorra. Sometiéronse el Dean y Cabildo de Albelda a la voluntad real, pero a la muerte de éste, acudieron a su hijo para que deshiciera aquel trueque hecho contra su voluntad, y éste accedió.

El 2 de Diciembre de 1305, se lee en una carta, el compromiso que tenían el Cabildo de Albelda y Adán de Andosilla sobre las propiedades que éste recibió del rey en Bueyo y Palazuelos. El 13 de Octubre de 1358, Palazuelos era un lugar despoblado y yermo del todo. Esta desaparición completa y rápida parece coincidir con una epidemia de peste negra que asoló a toda Europa. Al desaparecer la población del lugar de Palazuelos, de sus términos quedaron como comuneros las dos vecinas villas de Clavijo y Albelda, comunidad que dio lugar a desavenencias y pleitos entre ambas. El día 9 de Diciembre de 1570, se reunieron dos jueces árbitros de ambas villas en el término Las Molineras, para evitar roces entre ambas villas. La sentencia negociada reconoce que Albelda tenía dos términos propios llamados la Rad y el Ejido, en los que no podían entrar los ganados de los de Clavijo, pudiendo ser multados y también tomar prendas en los casos en que el guarda, ya dentro de la Rad o del Ejido, viese aunque sólo fuera una pequeña parte del rebaño; con esto quedaba moderada la pretensión de los de Clavijo que alegaban en su defensa que no podía multárseles una vez que se hubiesen refugiado en término de Palazuelos.

 

LAS DOS ANCIANAS DE PALAZUELOS

¿Qué ocurre hoy en el monasterio del monte Laturce?¿Por qué se ven tantos rostros comarcanos?¿Se regala algo?

Hoy, 28 de abril de 1300, ocurre, simplemente, que es la festividad de San Prudencio, el preclaro patrón nacido en Armentia, junto a Vitoria, que llegó a ser obispo de Calahorra y Tarazona. Una mula, ya fallecido, lo trajo hasta aquí. Hoy los monjes bendicen y entregan a los romeros los bollos de leche o de San Prudencio.
A nosotros, de todo este guirigay nos importan dos personajes, sí, esas dos jóvenes que guardan turno en la fila, esas que ahora recogen sus bollos junto a la puerto de arco apuntado.

¿Adónde van? Se han apartado de la multitud y descienden unas docenas de metros para sentarse al lado de un hombre que pastorea ovejas y cabras. Es Martín, su padre. Pasa cerca un caminante.

>>Hasta luego, Martín; me voy para los Cameros Viejos.

>>¿Quiénes son?¿Tus hijas?

>>Sí
>>¡Qué crecidas están!
>>La última vez subieron con su madre.
>>No la he visto por ahí.
>>Ni la verás. Se nos fue el 23 de mayo, el día de la fiesta de los de Clavijo.
>>No lo sabía. Te acompaño en el sentimiento.
>>Gracias, Millán.
>>Adiós Martín. Cuidad a vuestro padre.
>>Adiós, señor

Martín y sus hijas - Leticia y Esperanza - eran nacidos al otro lado de Monte Laturce, en el poblado de Palazuelos. Vivían del rebaño y de la huerta, mientras esperaban con ansiedad la fiesta de Santa Fe, patrona de la iglesia y del pueblecito. Subía el gaitero de Albelda, bajaban los mozos de Clavijo y todo el mundo se disfrazaba.

Pero un día, tiempos después, una epidemia tendió su fúnebre carpa sobre la pequeña comunidad; era la peste negra, que se llevó a todos los habitantes. Sólo sobrevivieron Leticia y Esperanza.Inútiles fueron las recomendaciones de los abades de Monte Laturce y san Martín; superfluos los argumentos de los alcaldes de Clavijo y Albelda.

>>¿Cómo os vais a gobernar dos mujeres aquí solas?
>>Tan bien o mejor que los hombres. Reharemos el rebaño, cultivaremos la huerta y la vida seguirá.

Poco a poco, faltas de calor humano, las casa fueron desmoronándose. Quedaban un aprisco y la vivienda habitada junto a la iglesia de Santa Fe. Una víspera de San Marcos, que comenzaba a sustituir a la advocación anterior por influjo de los albeldenses, Leticia se sintió mal y llamó a Esperanza.

>>Hermana, voy a confiarte un secreto que me entregó nuestro padre. Cuando presientas gran debilidad, acude a los de Clavijo y a los de Albelda.
>>¿Para qué?
>>Para ver cuál de las dos villas te acoje.
>>¿Y entonces?
>>En ese caso les entregas esta llave de la ermita. Significará que este término pertenece a esa localidad para siempre.
>>Únicamente hay una pega
>>¿Cúal?
>>El pueblo hospitalario ha de venir a Santa Fe de Palazuelos todos los años en la festividad de San Marcos, el  25 de abril.
>>¿Y si no lo cumplen?
>>Perderán su posesión, y el paraje pasará a ser de la otra villa.

Al día siguiente, los comarcanos conocieron la noticia del fallecimiento; querían suspenden la fiesta.

>>No, - dijo Esperanza- mi hermana ha partido hacia un poblado mejor; además, Leticia significa alegría.

A la hora del regreso, esta vez hasta las mujeres le insistían para que se fuera.

>>No. Si aquí están mis seres queridos, aquí estoy yo.

Varios inviernos después, las guerras y hambres asolaron estas tierras. Una mañana rosada resplandeciente, Esperanza emprendió la subida a Clavijo. Las piernas ya no eran las mimas; hubo de descansar muchas veces; lllegó a mediodía. La necesidad era extrema e la población y las puertas, según se iban abriendo, se le cerraban. La cuesta abajo hacia Albelda, que tantas veces recorrieran saltando de joven, no le fue mucho mejor. Llegó casi arrastrándose y llamó a la primera casa. .

>>¡Hijo, sal, que es la Esperanza! Vamos a llevarla a la cocina.
>> Ay, hija, eres la Remedios ¿verdad?
>> Yo soy, sí.
>> Pues anda a llamar al alcalde.

Llegaron al momento el alcalde y el alguacil.

>>Ánimo, Esperanza; a cenar, a dormir un rato y a ponerse buena.
>>Atiende, Honorio, toma esta llave -. Y le refirió el secreto.

Luego se quedó dormida para siempre en su silla de anea, como cuando era niña. Por eso, año tras año, los de Albelda continúan subiendo anualmente a Santa Fe de Palazuelos el día de San Marcos.
Y, usted observa bien, verá que a la puerta de la ermita están las dos ancianas, sonrientes al observar la alegría de sus convecinos. La que guarda una llave en sus manos es Esperanza.

Autor: Félix Cariñanos